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domingo, 3 de mayo de 2020

Crisis económica, cambio de pensamiento y otro estilo de vida


La preocupación cuando estamos inmersos en el sistema es el dinero, el dinero controla nuestra vida y  el dinero nos permiten tener estatus, mantener el juego de vivir  que se mide en la capacidad adquisitiva. El dinero se nos vuelve la vida misma, sin él parece difícil subsistir, terminamos en el engranaje del dinero que en  el fondo, se traduce  en control de la riqueza y la acumulación del poder. Hay quienes tienen más y ejercen más fuerza de poder, hay quienes tienen tan poco, o  solo lo  necesaria para la aguapanela de la noche, el pan o el vicio de la calle.  La vida se nos volvió una transacción económica.


 
Nuestras preocupaciones terminan siendo más económicas, desordenan la vida. No tener pan, una deuda que crece o la falta de empleo, todo traduce a una dependencia al dinero.  De ahí parte lo que luego va desequilibrar nuestras vida,   por las  preocupaciones emocionales y sociales.   Son esas inestabilidades emocionales las que se ven afectadas cuando un día de repente, despertamos y vemos que lo que se había capitalizado con mucho esfuerzo, el patrimonio o el futuro puesto en el dinero, se ha derrumbado, tal  como se derrumban los sueños, pero estos son mucho más frágiles porque están hechos de una moneda en un sistema de mercado que nos arrebata el pensamiento. Un dinero que de la noche a la mañana, una crisis puede volver volátil, efímero. Es en ese momento donde se evidencia que el capitalismo puesto en un pensamiento económico ha llevado a una situación en crisis, una crisis de vida que ha deteriorado la naturaleza y lo ha destruido todo por mantener grandes capitales. Una riqueza en manos de pocos, pero que  muchos sueñan, por eso el pensamiento debe cambiar para que nuestra vida no esté sujeta a una bolsa de valores.

Una crisis de la economía, pero no de los  grandes capitales quienes enfrentan una situación coyuntural, el capital corporativo sujeto a los mercados, también frágil se puede recuperar. Esos finalmente se recuperan con el esfuerzo de quién están al servicio del patrón.  Es las crisis de las pequeñas economías, el que tenía una tienda de zapatos y de repente al despertar ya no puede vender más. De esos  mismo que un día se despertaron  viendo como el mercado se inundaba de zapatos chinos,  sin poder recuperar al menos el capital invertido.

Entonces despertamos en un mar de incertidumbre y desconsuelo es como un horizonte del cual no sabemos hacia dónde nos llevará. Finalmente, podría llevarnos hasta la muerte,  la muerte de un sistema cruel que por ejemplo ve como una persona se suicida porque salió a la calle a vender en un momento de cuarentena donde no podía salir, su preocupación no era la multa, su preocupación era el hombre, un hambre que aprendieron aliviar con dinero. Como diría sociólogo Bauman eso es parte de la sociedad líquida donde perdimos el sentido por el valor de lo social de los vínculos humanos, de los vínculos fraternos; nos dejamos inundar por dinero, esa invención desigual en una sociedad que se desvanece,  donde no importa el otro sino pasar sobre encima de él para salir beneficiados. Así va creciendo el  desconsuelo y el mar de incertidumbres.

Terminamos entonces evidenciando que estamos inmersos en una crisis económica. Una crisis  que nos lleva a buscar preguntas a veces de difícil respuesta. Entonces, Qué nos queda, volver a empezar... saber que los abrazos son gratis, que las relaciones se pueden tejer sin marcarse por el dinero. Nos queda recuperar los vínculos solidarios y fraternales.  Nos queda pensar en otras alternativas que nos lleve a cambiar los hábitos y estilos de vida; esos acelerados y marcados por el dinero y la acumulación de capital. Nos queda pensar en el otro, crear cadenas de solidaridades,volver a prácticas ancestrales de autoconsumo ,  autocuidado y autorregulación. Nos queda volver a prácticas ancestrales de intercambio de reconocer en el otro el aporte que nos falta a nosotros. Pero sin poner sobre la línea el dinero que nos ha llevado a pensar que sólo quien tiene riquezas, tienen la capacidad de control sobre la vida.

La crisis nos demuestra que el dinero y el capital es efímero, se puede derrumbar. Pero que siempre estaremos a tiempo para mirar atrás,  dar una pausa, respirar  y pensar que todo en la vida no se puede medir con el mezquino dinero;  porque éste ha llevado a las personas a cobrar una deuda de muerte por $5000 o ha llevado a que los vínculos se desbaraten acosta de acumular la riqueza. Nos queda cambiar de vida y pensamiento.



 

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